Guía de Viaje de Menorca |
Menorca es toda una sorpresa. Es la segunda en extensión de las Islas Baleares, es el primer rinconcito de España que ve nacer el sol y posee casi el mismo número de playas que Mallorca e Ibiza juntas. También es la más tranquila y la mejor conservada del archipiélago, ya que ha sabido mantener un ambiente de calma en sus pueblos y playas incluso en temporada alta. Aquí podrá caminar por los mismos senderos que hicieran griegos, romanos, vándalos, árabes, franceses, ingleses y españoles antes que usted. Notará cómo va cambiando el paisaje, de las tierras rojas y las casas construidas en arenisca que se van difuminando hasta los acantilados cubiertos de pinares. El sur es más visitado y ofrece miles de playas de arena en sus bahías protegidas, mientras que el norte está salpicado de tranquilos pueblos de pescadores asentados en las colinas que bañan la costa rocosa. Una gran forma de explorar esta asombrosa isla es a caballo o en bicicleta, aunque si es amante del golf podrá disfrutar la belleza de la isla en sus greens. Las calas son algo que no puede perderse, así que no dude en alquilar una barca, póngase el tubo o las bombonas de oxígeno y descubra la impresionante vida subacuática. Menorca posee una concentración mucho más alta de monumentos prehistóricos que el resto de las Baleares, lo que le otorga a sus campos un curioso halo de misterio. Las dos ciudades más importantes, Ciutadella al oeste y Mahón (Maó en dialecto balear) al este, ofrecen una rica herencia cultural gracias a sus numerosos museos y edificios históricos de gran significancia. Como dato interesante sobre la capital, Mahón, baste decir que posee el puerto natural más amplio del Mediterráneo, convirtiéndola así en una estratégica ubicación muy deseada a través de su historia, sobre todo para las armadas francesa, española y británica durante el siglo XVIII, como atestiguan las consecuentes invasiones. Estas diferentes culturas trajeron numerosas influencias: los ingleses crearon la Ginebra de Mahón y los franceses hicieron universal el nombre de esta ciudad al crear la salsa mahonesa, que en la corte francesa quedó como “mayonnaise” o mayonesa. Y aún sobreviven todas estas influencias. Menorca es conocida por ser una isla tranquila, pero si los menorquines tienen una fiesta, saben cómo divertirse. Cada festividad se vive al máximo, se disfruta en la calle y se continúa celebrando de la misma forma que hace siglos. Fieles a sus tradiciones, la bebida que nunca falta es la pomada, una mezcla de ginebra local y limonada, que se sirve en un vaso corto y posee un sabor amargo, por lo que no se debe tomar a la ligera. Toda la isla está repleta de sorpresas, desde sus comidas y sus rituales a su belleza natural sin parangón. ¡Descubra Menorca y sorpréndase! |